martes, 25 de mayo de 2010

PADRES MALOS


Por el Dr. Carlos Hecktheuer, Médico Psiquiatra

Un día cuando mis hijos estén lo suficientemente crecidos para entender la lógica que motiva a los padres y madres, yo habré de decirles:

*      Los amé lo suficiente como para haberles preguntado a dónde iban, con quién iban y a qué hora regresarían.
*      Los amé lo suficiente para no haberme quedado callado y para hacerles saber, aunque no les gustara, que aquél nuevo amigo no era buena compañía.
*      Los amé lo suficiente para hacerles pagar las golosinas que tomaron el supermercado o las revistas del expendio, y hacerles decir al dueño: “nosotros nos llevamos esto ayer y queremos pagarlo”.
*      Los amé lo suficiente como para haber permanecido de pie dos horas, junto a ustedes, mientras limpiaban su cuarto; tarea que yo habría hecho en 15 minutos.
*      Los amé lo suficiente para dejarles ver además del amor que sentía por ustedes, la decepción y también las lagrimas en mis ojos.
*      Los amé lo suficiente para dejarlos asumir la responsabilidad de sus acciones, aún cuando las penalidades eran tan duras que me partían el corazón.
*      Y ante todo, los amé lo suficiente para decirles “NO”, cuando sabía que ustedes podrían adiarme por eso (y en algunos momentos sé que me odiaron).

Ésas eran las  batallas más difíciles de todas. Estoy contento, vencí… ¡Porque al final, ustedes ganaron también!

Y cualquiera de estos días, cuando mis nietos hayan crecido lo suficiente para entender la lógica que motiva a los padres y madres, cuando ellos le pregunten si sus padres eran malos, mis hijos les dirán:

“Sí, nuestros padres eran malos. Eran los padres más malos del mundo…

*      Los otros chicos comían golosinas en el desayuno y nosotros teníamos que comer cereales, huevos y tostadas.
*      Los otros chicos bebían gaseosas y comían papas fritas y helados en el almuerzo, mientras nosotros comíamos arroz, carne, verduras y frutas.
*      Mamá y Papá tenían que saber quiénes eran nuestros amigos y qué hacíamos con ellos.
*      Insistían en que le dijéramos con quién íbamos a salir, aunque demoráramos apenas una hora o menos.
*      Ellos nos insistían siempre la verdad y nada más que la verdad.
*      Y cuando éramos adolescentes, no sé cómo, hasta conseguían leernos el pensamiento.
*      Ellos no permitían que nuestros amigos nos tocaran la corneta para que saliéramos; tenían que bajar, tocar la puerta y entrar para que ella los conociera.
*      A los 12 años todos podían volver tarde por la noche. Nosotros tuvimos que esperar como hasta los 16 para poder hacerlo, y aquellos pesados se levantaban para saber si la fiesta había estado buena (sólo para ver en qué estado nos encontrábamos al volver).
*      Por culpa de nuestros padres, nos perdimos inmensas experiencias en la adolescencia. Ninguno de nosotros estuvo envuelto en problemas de drogas, robos, actos de vandalismo, violación de propiedad, ni estuvimos presos por ningún crimen.
… ¡todo fue por culpa de ellos!”

“Ahora que somos adultos, honestos y educados, estamos haciendo lo mejor para ser «PADRES MALOS» como fueron nuestros padres.”

“Yo creo que este es uno de los males del mundo de hoy: ¡NO HAY SUFICIENTES PADRES MALOS!”

lunes, 24 de mayo de 2010

¡Déjame Dormir Mamá!

Hijo mío, por favor,
de tu blando lecho salta.
Déjame dormir, mamá,
que no hace ninguna falta.
 
Hijo mío, por favor,
levántate y desayuna.
Déjame dormir, mamá,
que no hace falta ninguna.
 
Hijo mío, por favor,
que traigo el café con leche.
Mamá, deja que en las sábanas
un rato más aproveche.
 
 
Hijo mío, por favor,
que España entera se afana.
¡Que no! ¡Que no me levanto
porque no me da la gana!
 
Hijo mío, por favor,
que el sol está ya en lo alto.
Déjame dormir, mamá,
no pasa nada si falto.
 
Hijo mío, por favor,
que es la hora del almuerzo.
Déjame, que levantarme
me supone mucho esfuerzo.
 
Hijo mío, por favor,
van a llamarte haragán.
Déjame, mamá, que nunca
me ha importado el qué dirán.
 
Hijo mío, por favor,
¿y si tu jefe se enfada?
Que no, mamá, déjame,
que no me va pasar nada.
 
Hijo mío, por favor,
que ya has dormido en exceso.
Déjame, mamá, que soy
diputado del Congreso
y si falto a las sesiones
ni se advierte ni se nota.
Solamente necesito
acudir cuando se vota,
que los diputados somos
ovejitas de un rebaño
para votar lo que digan
y dormir en el escaño.
En serio, mamita mía,
yo no sé por qué te inquietas
si por ser culiparlante
cobro mi sueldo y mis dietas.
Lo único que preciso,
de verdad, mamá, no insistas,
es conseguir otra vez
que me pongan en las listas.
Hacer la pelota al líder,
ser sumiso, ser amable
Y aplaudirle, por supuesto,
cuando en la tribuna hable.
Y es que ser parlamentario
fatiga mucho y amuerma.
Por eso estoy tan molido.
¡Déjame, mamá, que duerma!
 
Bueno, te dejo, hijo mío..
Perdóname, lo lamento.
¡Yo no sabía el estrés
que produce el Parlamento!